El derecho de rebelión de los pueblos

 

El derecho de rebelión de los pueblos




El Siglo, martes 19 de julio de 2022 
Anayansi Turner
Abogada y docente universitaria

El derecho de rebelión, de resistencia a la opresión o de desobediencia civil fue reivindicado por la revolución francesa 

El derecho de rebelión, de resistencia a la opresión o de desobediencia civil fue reivindicado por la revolución francesa y consagrado como un derecho humano en las Declaraciones de Derechos de Virginia (1776), de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) y en la Universal de Derechos Humanos (1948).

Curiosamente, la burguesía, como clase revolucionaria que derroca el ancien régime, fue defensora de este derecho, pero, una vez, arriba al poder político, lo ignora o desaparece de los textos constitucionales y legales e incorpora los delitos de sedición, rebelión, motín o traición a la patria en los códigos penales respectivos. Reivindica el modelo de democracia representativa sobre la base del concepto rousseauniano de soberanía popular, como una ficción jurídica plasmada en el ordenamiento jurídico de los países, para asegurar el consenso social y crear la ilusión en los estratos más humildes de que escogen libremente a sus representantes en las urnas, pero asegurándose mecanismos de manipulación y control para la realización de sus intereses plutocráticos.

En Panamá se viene gestando una crisis de institucionalidad desde la invasión, que se vino a acentuar con los diversos escándalos de corrupción y malversación de fondos públicos en los que han estado envueltos altos personeros gubernamentales y que han quedado en total impunidad. Con la pandemia, el modelo económico ha hecho crisis también. El agravamiento de la salud y condiciones de vida del pueblo panameño, pero también el descaro y excesos de la élite política han alimentado un profundo descontento e inusitada movilización en las calles en las últimas semanas, espontáneas u organizadas, al margen del poder constituido y donde no han tenido participación los personeros de los partidos tradicionales ni de nuevo cuño.

El gobierno ha perdido su legitimidad y credibilidad. La población comprende perfectamente que las medidas adoptadas son irrisorias, serán subsidiadas por el bolsillo del pueblo trabajador y no afectarán en un ápice los monopolios y oligopolios en medicinas, combustibles y alimentos, las pingües ganancias de la clase empresarial y los privilegios de quienes gobiernan.

Es imperante una única mesa de diálogo que sea representativa de todas las alianzas y sectores que han reivindicado el sagrado derecho de rebelión, cuyas sesiones sean públicas, en constante consulta con las bases y que atienda las diversas demandas, incluyendo el proceso constituyente, que es la vía pacífica para cambios de fondo.



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