EL DEBATE PRESIDENCIAL Y LA EDUCACIÓN

El debate presidencial y la educación





El Siglo, martes 26 de febrero de 2019 

Desde este punto de vista estimamos que la rigidez del formato del primer debate televisado con los 7 candidatos a la Presidencia

Los debates de las diversas ofertas electorales son relevantes, para el logro del voto consciente de la ciudadanía, más allá de prácticas clientelistas.
Aunque este objetivo sólo es posible superando los vicios del sistema político electoral vigente, el cual tiende a favorecer a los 3 grandes partidos políticos (que se encuentran al servicio de una élite económica), los cuales se constituyen en maquinarias de captura de votos, por encima del aspecto ideológico. Es así como una alta dosis de demagogia busca atraer a votantes (decir lo que el electorado quiere oír), por encima de propuestas programáticas para resolver la problemática nacional avaladas por la trayectoria y compromiso de los candidatos.
Desde este punto de vista estimamos que la rigidez del formato del primer debate televisado con los 7 candidatos a la Presidencia, y los contenidos allí expuestos (superficiales) reforzaron ese sistema partidocrático.
A continuación, algunos comentarios relativos a la temática educativa abordada en el mismo.
En este aspecto, muchos de los planteamientos de los candidatos se referían a normas vigentes que las autoridades sencillamente HAN DEJADO DE CUMPLIR. Tales son los casos del 6% del PIB para la educación contemplado en la reforma de 1995 a la Ley Orgánica de Educación y planteado por 4 de los 7 candidatos: tal medida fue ignorada por 5 gobiernos distintos en los últimos 25 años, que si acaso han destinado el 3% a la educación. O de la promesa de pagar a tiempo los salarios a los educadores. O de descentralizar, desburocratizar o despolitizar la educación. El Compromiso Nacional por la Educación también es Ley de la República. Lo mismo que la gratuidad de la educación parvularia hasta la universitaria.
Atractivos, por su originalidad, pudieran resultar propuestas como ‘realizar una revolución educativa', crear una ‘Autoridad Nacional de Educación', o plantear un fondo de 200 u 800 millones de balboas en becas. No obstante, no queda claro el para qué y el cómo lograrlo. Más realistas pudieron ser las ideas de vincular la beca universal con el rendimiento y la producción creativa y científica.
De otra parte, la educación superior no fue afrontada.
En síntesis, tocar temas aislados, como la educación, salud, soberanía alimentaria o nuevo orden constitucional, tal como se hizo, sin análisis sistémicos, es predicar un paternalismo estatal vacío que se transforma en demagogia a fin de cuentas.
Anayansi Turner
Abogada y docente universitaria

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