LA FARSA DIPUTADOCRÁTICA

LA FARSA DIPUTADOCRÁTICA


El Siglo, martes 29 de octubre de 2019 
Las élites económicas y políticas apostaban por introducir reformas cosméticas a la Constitución Política
Ante la profunda crisis de legitimidad y de representatividad política expresada en el descrédito y corruptela de los diversos poderes del Estado, algunos sectores albergaban la esperanza de que tal situación fuera superada tras las elecciones del 5 de mayo pasado.
Las élites económicas y políticas apostaban por introducir reformas cosméticas a la Constitución Política, para aliviar el descontento, como la reelección de diputados por un solo período o que ellos fuesen investigados por la Procuraduría General de la Nación y no por la Corte Suprema de Justicia, y que los Magistrados de ésta lo fuesen por un Tribunal Constitucional y no por la Asamblea. Fin que fue logrado a través de la propuesta de cambios constitucionales realizada al seno de la llamada ‘Concertación Nacional', asumida a pie juntillas por el Ejecutivo, luego de su triunfo electoral, y presentada a la nueva Asamblea para su discusión y aprobación, en dos legislaturas distintas, para luego ser sometida a un referéndum de la población. Es decir, se decidieron cambiar nuestra Carta Magna siguiendo el método prescrito por el artículo 313, numeral 2, constitucional.
Sin embargo, el llamado proceso de consultas desarrollado por la Cámara legislativa estuvo huérfano de apoyo y participación popular; y el debate al seno del parlamento panameño de las citadas reformas, en los últimos 15 días, ha sido un espectáculo circense donde los artículos nuevos propuestos fueron más producto de la improvisación, de intereses propios de los diputados ya sea para blindarse o para negociar canongías o captar atención mediática, que portadores de proyecto/país y, en todo caso, más cercanas al fascismo (reforma migratoria o supremacía del derecho interno) y autoritarismo (afectación de la libertad de expresión y privatización de la educación superior), supuestamente superados.
Queda demostrado que la actual Asamblea no es idónea para obtener los consensos necesarios para cambios sustantivos a la Constitución. Se trata de cambiar las reglas del juego integralmente a través de un proceso amplio, libre y participativo de todos los sectores sociales del país, y esto sólo será posible a través de una Constituyente, que es la vía más democrática para modificar la Carta Magna.
El autoritarismo constitucional se vuelve a repetir (primero con la Constitución de 1941 y sus normas fascistas y la del 72 con el militarismo y, ahora, con el gatopardismo diputadocrático): ayer como tragedia, hoy como farsa.
ANAYANSI TURNER
ABOGADA Y DOCENTE UNIVERSITARIA

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