EL MARAÑÓN EN EXTINCIÓN

El marañón en extinción


El Siglo, martes 3 de diciembre de 2019 
El vivir el día a día, con las alegrías y penurias propias, nos impide frecuentemente, apreciar la gravedad de los problemas.
El vivir el día a día, con las alegrías y penurias propias, nos impide frecuentemente, apreciar la gravedad de los problemas que padece la humanidad, y dentro de éstos, el calentamiento global.
El mismo es responsable de la extinción de cerca del 30% de las especies animales y vegetales en todo el planeta, lo cual impacta seriamente la fuente de subsistencia de millones de personas en el mundo.
Ya lo había vaticinado Einstein cuando advirtió que sólo la desaparición de ese insecto polinizador por excelencia, la abeja, podría determinar la extinción del ser humano.
Quizás una de las señales más visibles para el panameño común sea la desaparición de esa jugosa fruta, acompañada de su nuez, que ha sido bautizada como la ‘fruta de la memoria' por sus propiedades neurológicas y de variados usos en la gastronomía panameña, el MARAÑÓN.
Y es que en los últimos 3 años, los árboles de marañón (contabilizados en alrededor de 950,000 en todo el país) se han visto afectados por una plaga que les ha impedido dar sus apreciados frutos, lo cual ha provocado su ‘muerte descendente' (afectando desde su copa hasta la raíz), según expertos. ‘Las altas temperaturas y mucha humedad están favoreciendo el desarrollo de patógenos que están afectando a los marañones', nos dice Melvin Jaén, investigador del IDIAP, fenómeno experimentado también en Centroamérica, Brasil e, incluso, parte de África.
Precisamente en el día de ayer se dio inicio en Madrid, España, a la 25ª Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2019 (COP25), y que se extenderá hasta el 13 de diciembre, con el lema ‘Es tiempo de actuar', la cual busca concretar la acción mundial contra la crisis climática, de cara a la vigencia del Acuerdo de París a partir del 2020.
La meta, según este Acuerdo, es que la temperatura global no registre un aumento de más de 2º centígrados para fin de siglo, lo cual significaría que para el 2030 deben haberse recortado las emisiones de carbono en cerca de la mitad de las emitidas en el 2010. El problema es que si la acción no es global, de nada valen los esfuerzos particulares; y, al revés, el esfuerzo global se alimenta del de cada uno en pos del equilibrio ecológico.
No permitamos que la fruta de la memoria persista sólo en nuestra memoria.
ANAYANSI TURNER
ABOGADA Y DOCENTE UNIVERSITARIA

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