El Clientelismo en la UP



La Estrella de Panamá, 23 de mayo de 2014


El clientelismo en la UP

El clientelismo político se produce cuando una persona
 —en este caso un político— concede beneficios privados


El clientelismo político se produce cuando una persona —en este caso un político— concede beneficios privados, prebendas o canongías a los ‘clientes’ o electores, a cambio de su apoyo electoral o político en general. La Universidad de Panamá no está exenta de las prácticas clientelistas que caracteriza al resto del país, las cuales se acentúan en las vísperas de los torneos electorales, pero que en el ejercicio del poder, para mantenerlo, deben combinarse con la más pura represión —intimidación, procesos disciplinarios, destitución—.

En la UP, el clientelismo es el aceite de una maquinaria de poder que se disfraza de falso populismo, pero en realidad esconde el fortalecimiento de intereses privados a costa del patrimonio universitario. De esta manera, clientelismo y corrupción van de la mano. El aparato burocrático se alimenta de esta interacción prolongada en el intercambio de favores —más allá del período en el ejercicio del cargo de 5 años, por la reelección ilimitada—; pero que se produce en un espacio que tiene forma de embudo: todos los caminos conducen a la cúspide.

La Ley del Embudo se aplica en todos los tiempos y lugares, pero en época electoral se disimula, pues es el momento de todo tipo de promesas para obtener el voto favorable: aumentos salariales, estabilidad, tiempos completos, concursos, ‘plus’ o ingresos adicionales, altos cargos, nombramientos de dirigentes o parientes, mantenimiento de los menús de 50 centavos para los estudiantes, ‘programas anexos’ para combatir la pobreza, etc., etc.

En el resto del período de gobierno, el embudo se va estrechando cada vez más: el poder sólo toma en cuenta a los ‘socios’ en los negocios, no a los que ‘buscaron los votos’; en el recinto sólo existen dos tipos de personas, los que ‘están con la cúspide o los que están en su contra’; no hay necesidad de recurrir a reivindicaciones laborales a menos que se trate de conseguir el apoyo electoral para los dirigentes más acólitos; cada vez es menos tolerable la ‘libre opinión’ de los colaboradores inmediatos implementando un ambiente rígido de ‘callar-obedecer’; los órganos de gobierno se convierten en instrumentos de legitimación de las decisiones del poder, donde la única función de sus miembros es levantar la mano en señal de aceptación; la intimidación (amenaza de perder el trabajo eventual o alguna canongía) y espionaje (red de ‘sapos’) es pan de cada día; hay que acallar por las buenas o por las malas cualquier voz disidente… Sin embargo, estos procesos no son lineales. Cuando hay elementos ‘disociativos’ que ponen en riesgo el sistema se recurre nuevamente al ofrecimiento de prebendas para aislar y acabar con los disociadores; o se acude a la ‘guerra sucia’ contra esos elementos (la política del rumor para mantener divididos y enemistada a la población entre sí).

El gran pecado de los que detentan el poder –y más cuando son narcisistas- sigue siendo subestimar a los que le rodean, ya que sienten asegurados sus intereses por esta política clientelista y del ‘terror’ que alternan ad infinitum. Usan a los demás como un objeto cualquiera y luego lo desechan como un viejo cachivache, pasando por alto que esas mayorías silenciosas somos seres humanos, con grandes capacidades y talentos y, más si somos universitarios, que estamos dispuestos también a poner un ALTO al abuso y a la manipulación, pues NADIE ES ETERNO.

Anayansi Turner
Docente

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